BLOQUE 1: EL SABER FILOSÓFICO
1.1 FILOSOFÍA, CIENCIA Y OTROS MODELOS DE SABER
Introducción
En el
lenguaje corriente se utiliza la palabra “filosofía” para referirse a
situaciones que nada tienen que ver con esta disciplina. Veamos algunos
ejemplos:
“Tomarse las
cosas con filosofía” significa mantener la calma, la serenidad cuando las
circunstancias son adversas. Filosofía significaría una especie de sabiduría
que sabe acomodarse a los acontecimientos cuando no se puede hacer nada por
mejorarlos. Esto es un recuerdo muy deformado de la escuela estoica, en la
época greco-latina.
El término
de “filosofía” también designa los principios generales de un plan de acción,
de un programa político, de una ley. (Todos hemos oído frases como: “Nuestra
filosofía consiste en no dar nada por perdido, etc.”).
La
“filosofía” de un grupo suele ir referida a su “visión acerca del mundo”,
visión que no se expone en forma de argumentos razonados, pero de la que sus
miembros sacan hábitos y creencias comunes.
Estos usos
de la palabra carecen de justificación interna y de racionalidad crítica, que
son, precisamente, las características del pensamiento filosófico.
Importancia de la filosofía: valor
extrínseco e intrínseco
Así como la
mayoría de estudiantes aprende muy pronto lo que son las matemáticas, la
lengua, las ciencias naturales, suele ignorar lo que es la filosofía y a qué se
dedican quienes la ejercen o la enseñan.
Mientras que todo el mundo sabe y valora lo
que hacen los médicos, arquitectos, ingenieros, abogados, etc., la mayoría
desconoce para qué sirve la Filosofía. Así que parece que la Filosofía no posee
un valor extrínseco reconocido, aunque en realidad sea enorme.
¿Y su valor
intrínseco? Un matemático puede decir que todos los avances de la ciencia y de
la civilización tienen su origen en precisos cálculos matemáticos. Un
científico afirmar que es el conocimiento de las leyes naturales lo decisivo, y
para ese conocimiento las matemáticas son un importante instrumento, pero
auxiliar. Un lingüista podría argumentar que, de nada serviría el conocimiento
científico y matemático si no lo pudiéramos comunicar, enseñar a través del
lenguaje.
Ahora
preguntémonos: ¿desde dónde se pueden hacer estas afirmaciones? No desde la
matemática, pues habría que aportar axiomas, teoremas de los que se pueda
inferir de forma exacta, “matemáticamente” que la matemática es lo más
importante. Lo mismo cabe decir de la ciencia o el lenguaje: no se puede
inferir de estos saberes la importancia sobre los demás. En Lógica, a este tipo
de argumentos que parecen correctos pero son engañosos, se les llama falacias.
La mayoría de la gente, lo sepa o no, utiliza frecuentemente falacias para
convencer, imponerse, engañar. La Lógica, sin embargo, es una parte esencial de
la Filosofía, así que la Filosofía sirve, por ejemplo, para que no nos engañen.
El lugar
desde el que los saberes a que nos hemos referido fundamentan sus argumentos no son esos
saberes mismos (matemáticas, ciencias, lenguaje, etc.) sino que ese lugar se
encuentra en un nivel superior, de más amplias miras, más general, más
universal: ese nivel no es otro que el de la
razón humana. Los argumentos que emplea el matemático, el
científico o el lingüista son racionales, lógicos, cualquiera puede entenderlos
esté o no de acuerdo con ellos. Y esto es así porque lo característico y
definitorio en el ser humano es su
racionalidad. La lógica es la disciplina que se encarga de estudiar la
corrección de los argumentos racionales. La razón, por su parte, representa
varias características: una de ellas es la universalidad. Esto significa varias
cosas:
a) Que
los argumentos racionales, lo que la razón demuestra ser verdadero, valen sin
excepción, universalmente.
b) No
hay asunto ajeno a la razón: todo puede ser objeto de reflexión, de estudio
para la razón. Todo puede tener un enfoque filosófico.
c) De
estas dos características deriva la radicalidad propia de la razón: a la razón
no le basta con saber esto o aquello, sino que quiere saber si lo que sabe es
lo fundamental, lo más importante, el fondo último de las cosas. A la razón le
gusta pensarlo todo a fondo, hasta la raíz. Eso es lo que significa
radicalidad.
Así pues la
Filosofía es el ejercicio sin límites de esa racionalidad que caracteriza al
ser humano. Por eso la Filosofía se ve caracterizada a su vez por la
universalidad y la racionalidad propias de la razón. Los tres especialistas que
defienden sus materias lo están haciendo desde la razón, y por tanto desde la
Filosofía. La Filosofía es la condición
que hace posible el que se pueda hablar racionalmente de cualquier cosa, así
que se puede decir que todo hombre es un filósofo, lo sepa o no, pues
humanidad, racionalidad y filosofía se coimplican. No hay tema que no pueda
abordarse racionalmente y, por tanto, no hay tema tampoco que se escape a la
consideración filosófica.
¿Qué se
podría responder si nos preguntaran para qué sirve la felicidad, el amor, el
arte, la música, la belleza? No hay respuesta porque son realidades deseables
por sí mismas, no con vistas a otra cosa. Deseamos comprendernos a nosotros
mismos, nada más. Cuando nuestra salud mental es buena, disfrutamos ejercitando
la mente, por el puro deleite de saber. La filosofía, al no estar supeditada a
ninguna otra cosa, es el tipo de saber que se busca por sí mismo, la ciencia más
libre, en palabras de Aristóteles. Se busca por la felicidad que da comprender
en lugar de someterse.
Pero además,
la filosofía es un antídoto contra los prejuicios, como estudiaremos más
adelante. La tradición filosófica ha insistido desde Sócrates en que no vale la
pena vivir la vida si uno no la somete a examen (que significa “reflexión”). La
filosofía ha identificado la reflexión crítica con la libertad. Históricamente
ha promulgado la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promoviendo una
conciencia de estos derechos, etc. Sólo hay que ver en un mapamundi los países
de tradición filosófica y los que no la tienen para darse cuenta de cómo
piensan, cómo viven, qué derechos poseen aquellos a quienes no se les ha
brindado la ocasión de plantearse ciertos interrogantes.
Un constante paso del mito al logos
Se suele
presentar el inicio de la filosofía como un paso del mito al logos, es decir,
un paso desde las explicaciones tradicionales y arbitrarias propias de las
creencias a las explicaciones lógicas y racionales. Pero esto no fue una
iluminación repentina de las mentes de los griegos. En primer lugar, no todos
los griegos practicaron la filosofía, ni mucho menos. La mayoría seguía apegada
a creencias tradicionales y sólo una élite cultural, con ocio, con tiempo
libre, se inició en la empresa de sustituir la vieja cultura mítica por la
nueva cultura racional.
Ahora bien,
¿este paso se dio de una vez por todas o, al contrario, habrá que repetirlo
constantemente?
Los mitos
son relatos fabulosos que dan respuesta a interrogantes o cuestiones
importantes para los humanos; por otra parte, son relatos que pretenden dar
modelos de actuación. Los mitos se imponen como relatos llenos de autoridad
pero sin justificación; en ellos se
apela a que “siempre ha sido así”. Los mitos griegos explican cómo se formaron
el primer hombre, la primera mujer, cómo se obtuvo el fuego, cómo apareció el
mal en el mundo, etc. Al mismo tiempo las actuaciones de los personajes míticos
eran un ejemplo a seguir. Los griegos disponían de un gran número de mitos;
nosotros también. Disponemos de mitos que cumplen tanto la función explicativa
como la función ejemplificadora.
En Grecia,
en el siglo VI antes de nuestra era, los primeros filósofos empezaron a
cuestionarse tanto las explicaciones míticas como las pautas de conducta que
ofrecían. A estos hombres les atraía el hecho de hacerse preguntas y notaban
las incoherencias en los relatos míticos de su entorno. Éstos son quienes
protagonizaron lo que se conoce como el
milagro griego, que no tiene nada de milagroso: el paso del mito al logos.
Para ellos este paso significaba desconfiar de las imaginativas narraciones
propias de la creencia y la superstición y, con una mirada nueva, observar y
analizar la naturaleza, intentando descubrir en ella las causas de los
acontecimientos; por ello, en vez de divinidades empezaron a inventar
conceptos. Con los mitos el mundo era caótico y arbitrario; con la visión
racional el mundo se vuelve ordenado y regido por unas leyes estables que se pueden
descubrir.
El paso del
mito al logos supone que el hombre se hace dueño de su propio destino y alcanza
la libertad, pues se libera del capricho de los dioses y alcanza mediante el
conocimiento las más altas cotas del pensamiento libre de prejuicios. Es el
paso del pensamiento atemorizado, encadenado a la voluntad caprichosa de los
dioses a un pensamiento libre que no encuentra más límites que los que posee la
vida humana.
Ahora bien,
este paso que funda la filosofía no es algo “natural” y definitivo, es un paso
que tiene que realizar toda persona deseosa de mantener una actitud despierta,
crítica e investigadora.
Cuando el
niño pequeño empieza a descubrir incoherencias en el mito de los Reyes Magos,
revive una experiencia parecida a la de los primeros filósofos. El proceso de
superación de su mito será conflictivo. Si mantiene su inquietud original,
revivirá nuevas experiencias de ese paso, pues nuestro mundo nos ofrece gran
número de mitos, de explicaciones arbitrarias que quieren imponerse apelando no
a la dimensión intelectual de la persona, sino a la dimensión emotiva. ¿No son
relatos míticos los spots publicitarios que nos dicen qué merece la pena, qué
se debe hacer, qué es lo que tiene sentido? ¿Y qué decir del mito de la opinión
pública? La opinión pública se presenta como la voz del pueblo, una voz
sacralizada y llena de autoridad. Pero ¿quién detecta esa opinión pública
mitificada? ¿por qué se insiste tanto en ella? En esta cuestión, como en tantas
otras, el paso del mito al logos consiste en descubrir que la opinión pública es la interesada opinión de aquéllos que tienen poder para hacer pública
su opinión.
Como hemos
visto, la actividad de aquéllos que por primera vez pasaron de las
explicaciones míticas a las racionales, se ha llamado filosofía o “anhelo de
saber”. Podría haberse impuesto otra palabra : aletheia que significa “des-velar”, “desenmascarar”. Unas
actividades que realizaron los griegos y han realizado, en mayor o menor
medida, los filósofos de todos los tiempos.
¿Por qué en Grecia?
Por qué la
filosofía surgió en Grecia y no en otro lugar se debe a distintos factores:
- El contexto geográfico: Grecia es un país árido y montañoso, lo cual favorece que la población se agrupe en zonas costeras o núcleos aislados. La única solución para que aumentara la población fue fundar colonias ultramarinas. Dichas colonias iniciaron una actividad comercial entre ellas que dio lugar al segundo factor:
- El contexto económico: el auge del comercio hace que conecten diversas culturas distintas con diferentes modos de entender la vida y la realidad, lo cual hace que ciertas mentes comiencen a cuestionarse los valores imperantes en su polis (las explicaciones mítico-religiosas, etc.) El contacto con otras formas de vida hace que lo que nos parecía cotidiano y natural, nos aparezca ahora como algo problemático.
- El contexto social: la sociedad griega es una sociedad urbana, cuya principal actividad es el comercio, que obliga al intercambio de formas de vida. La polis favorece la división del trabajo; los trabajos más duros eran realizados por los esclavos y esto permitía a esa clase ociosa a la que pertenecen los filósofos el poder dedicarse a la reflexión, a pensar. Bien es cierto que otros pueblos tuvieron esclavos y no les dio por filosofar, sino por guerrear.
- El contexto religioso: la religión griega no tenía estamentos, ni casta sacerdotal que dictara una ortodoxia doctrinal, ni que viviera a costa del pueblo, o a costa de los tributos a los dioses. No pertenece a las religiones del Libro (Judaísmo, Islam, Cristianismo), por lo tanto nada ni nadie les dictaba lo que tenían que creer y eran tolerantes con todo tipo de religiones.
Especificidad del saber filosófico
¿Y qué es lo
específico de la filosofía? Mientras que en el resto de las ciencias (Física,
Biología, Química) hay unanimidad sobre la definición y la tarea de las mismas,
es decir, que el conjunto de científicos está de acuerdo en lo que respecta a
problemas y soluciones planteados por estas disciplinas, en Filosofía parece a
simple vista que vaya cada loco con su tema. Sin embargo, esta particularidad,
esta ausencia de consenso no es un rasgo defectuoso sino, en nuestro caso,
beneficioso.
Kant, uno de
los filósofos más importantes del pensamiento filosófico, solía decirles a sus
alumnos que “no iba a enseñarles
Filosofía, sino a filosofar”. Porque la Filosofía no puede enseñarse como
el resto de las materias. Las demás materias son ciencias acabadas, lo cual
quiere decir que durante un tiempo importante, todos los científicos están de
acuerdo en cuáles son los problemas que plantea y resuelve, por ejemplo, la
Física: y estos son precisamente los problemas y soluciones que pueden
enseñársele a alguien que quiere aprender Física. En este sentido, es algo
acabado, que puede enseñarse en bloque. Pero en filosofía hay que proponerse
enseñar, como Kant, una actitud, una actividad: no un pensamiento, sino a
pensar. Se trata de aprender a ejercer la propia razón por el afán de llegar
hasta el fondo de las cosas. Para ello hay que “alimentar” el propio
pensamiento con lo que otros han pensado, pero no para imitarles sino para ejercitar las propias posibilidades.
Kant daba
tres consejos generales para guiarnos en la tarea de filosofar evitando los
típicos errores:
- Hay que pensar siempre por sí mismo
- Hay que pensar siempre poniéndose en el lugar de otro
- Hay que pensar siempre en consonancia con uno mismo
El primer
consejo pretende que, a la hora de hacer Filosofía, no nos guiemos por ninguna
autoridad. Los problemas que nos planteemos serán los que decida nuestra razón
argumentado lógicamente, no los que nos dicten desde fuera, los que nos
impongan los “sabios” o la “tradición filosófica” apoyados en la supremacía
intelectual. En Filosofía no se debe aceptar nada de forma acrítica. Todo
problema o solución ha de someterse al juicio de la propia razón. No hay más
autoridad cuando se filosofa.
El segundo
consejo quiere evitar el riesgo de aplicar el primero de forma indiscriminada:
el pensar por sí mismo y excluir toda autoridad puede eliminar un aspecto muy
positivo del pensar ajeno. Y es que el pensamiento del otro sirve también para
presentar alternativas, para que no nos quedemos encerrados en el propio hilo
argumentativo. Pensar en el lugar del otro significa considerar a fondo otras
posibilidades. En definitiva, esta regla aconseja el diálogo racional con los que han pensado antes que nosotros, pero
evitando el dogmatismo, es decir el encerrarse dentro de las propias tesis o
afirmaciones.
El tercer
consejo, pensar en consonancia con uno mismo, significa que es necesaria la
coherencia, ser consecuente, evitar las contradicciones cuando se hace
Filosofía. Lo incoherente, lo contradictorio, no es sólo erróneo, sino que no
tiene ni siquiera sentido, no se entiende. Hemos dicho que el filósofo ha de
ser radical, llegar hasta el fondo de las cosas.
Temática y tareas de la Filosofía
Sabemos que
hemos de emplear nuestra razón sin límites, pensar por nosotros mismos, pensar
a fondo, ser coherentes, pero ¿sobre qué asuntos? La respuesta: “sobre todas las cosas en general” no
nos orienta mucho. Kant reduce la tarea filosófica a la indagación de cuatro
preguntas fundamentales:
1) ¿Qué
puedo saber?
2) ¿Qué
debo hacer?
3) ¿Qué
puedo esperar?
4) ¿Qué
es el hombre?
- De lo que se trata aquí no es sólo de saber. Si así fuera, a esta cuestión respondería cada una de las ciencias con sus aportaciones al conocimiento humano. Pero la Filosofía quiere saber ¿cuánto sabe con sus conocimientos? Es decir que se cuestiona el alcance, la validez, la fiabilidad de los conocimientos. El filósofo, y queda dicho que todo ser humano lo es, se preocupa por saber si hay algún tipo de conocimiento definitivo y a esto no puede dársele respuesta desde ninguna de las ciencias concretas. La Metafísica, disciplina filosófica que abordaremos más adelante se ocupa de esclarecer esta cuestión.
- Con la segunda pregunta es el campo la acción humana, la filosofía práctica, la más importante para Kant. Todo cuanto el hombre hace lo hace con un fin, para conseguir otra cosa. Cuando se indaga en el “por qué”, tarde o temprano aparece la noción de felicidad como fin último por el que todo se realiza y que no es a su vez un medio para ningún fin ulterior. Desde el comienzo de su historia, la Filosofía ha abordado esta cuestión hasta convertirla en la meta de su actividad: al filósofo clásico se le llamará sabio porque posee la sabiduría vital, porque sabe vivir. Saber lo que debo hacer como individuo es una cuestión compleja de la que se ocupa la Ética.
- De la tercera cuestión no nos ocuparemos directamente, sino sólo cuando sea necesario para entender mejor el asunto tratado. Y ello porque este terreno es más propio de la religión, de la llamada Teología natural, que indaga los posibles argumentos racionales para demostrar la existencia de Dios en tanto que principio de toda realidad. Cae por lo tanto, fuera del ámbito de la Filosofía, que es por su propia naturaleza, laica.
- La cuarta cuestión las sintetiza todas: sólo cuando se ha respondido a ésta, se puede entender el saber filosófico en tanto que saber eminentemente humano y lo que puede conocer el ser humano por estar constituido como lo está.
CUESTIONES PARA PENSAR
1)
La filosofía
nos aleja de la realidad, es demasiado abstracta y emplea términos raros, no
sirve para nada; se puede prescindir de ella en la vida cotidiana.
Expláyate en estas tres afirmaciones que hacen quienes no saben nada de
filosofía. A continuación, trata de ver otros aspectos que puedan ser una
respuesta a estas afirmaciones
2)
Explica brevemente la diferencia entre la
filosofía y otros tipos de saber. Para ello has de releer atentamente el
apartado, pero no lo copies: explícalo con tus propias palabras en la medida de
lo posible.
3)
¿Qué crees que significa el que la Filosofía
sea laica?
4)
Recorta y pega, debajo de este cuestionario
un mapa de Grecia de la época del siglo VI antes de nuestra era. Que queden
señaladas las colonias griegas.
5)
Textos: Fragmento de UNAMUNO El sentimiento trágico de la vida
6)
Lectura: ¿Queda
todavía en vosotros mucho de chimpancé? (Antimanual de Filosofía MICHEL
ONFRAY)
1.2
LA CONCIENCIA INGENUA
Una confianza espontánea
La
conciencia ingenua confía de forma espontánea en lo que ve, en los datos
sensibles. Este mundo que captamos a través de la percepción, creemos conocerlo
en toda su riqueza y variedad. Semejante confianza, por la fuerza de la
costumbre, acaba pareciendo evidente y nos lleva de forma natural a formular
juicios erróneos sobre la realidad. El estado de “infancia”, origen de todos
los prejuicios, es denunciado por Descartes como el principal obstáculo que hay
que superar para pensar por sí mismo.
La
conciencia sensible es el grado más bajo de conciencia y está llamada a
elevarse a la conciencia de sí y a la
razón. Para ello es inevitable experimentar la decepción, pues estamos
acostumbrados al “saber inmediato”. ¿Qué significa esto? Pues que la conciencia
experimenta el ser de las cosas de forma inmediata, pero no puede decir nada
sobre ellas, porque para decir algo se necesita el lenguaje y el lenguaje ya es
mediación. Experimentar algo sin poder afirmar nada sobre ello es estar
encerrado en lo inefable (lo que no se puede decir). Hablar es mediatizar lo
real: es pasar del universo de lo sensible y mudo propio de las cosas al
universo del sentido. Pero al hacerlo se va perdiendo el ser sensible del
principio. Nietzsche ha profundizado como nadie en esta cuestión: nuestra
relación con el mundo está siempre mediatizada por el lenguaje; no se pueden
ver las cosas “como son”, no se puede ver sin interpretar, y la interpretación
es infinita.
El prejuicio
El prejuicio
es una idea que uno recibe sin crítica, una opinión aceptada sin elaboración
personal. Es una presunción de saber como su etimología indica pre – juicio,
juzgar sin justificación racional. Kant lo define como “la tendencia a la
pasividad” y esto significa:
a) Que
si la razón es pasiva, puede cegarse con el error y la ilusión; el prejuicio ha
de ser combatido en nombre de la verdad.
b) Si
la razón es pasiva, el sujeto no piensa por sí mismo y recibe su ley del exterior;
el prejuicio ha de ser combatido en nombre de la libertad. Pensar
libremente, ser autónomo, es ser uno mismo el sujeto del propio pensamiento.
Los
prejuicios constituyen lo que Descartes llamaba la “prevención”, la
supervivencia del niño en el adulto. La edad de la razón comienza cuando los
malos hábitos intelectuales ya están arraigados en el hombre. El mal, para la
razón, es la irracionalidad del estado de infancia. Los prejuicios son falsas
evidencias que nos vienen de nuestra experiencia cotidiana. El estado de
infancia es un estado inicial de dependencia biológica, afectiva e intelectual
que nos lleva a recibir sin examen posible cierto número de representaciones,
de opiniones fruto del contexto en el que nos hemos educado.
Supongamos
que oímos decir: En esta vida siempre
habrá ricos y pobres. Las guerras están en la naturaleza humana; mientras haya
hombres habrá guerras. Mi hijo no tiene aptitudes para las matemáticas. Las
mujeres no están hechas para asumir ciertas responsabilidades ¿Qué encontramos
en estas afirmaciones u otras parecidas? Encontramos la idea de que la riqueza,
la guerra, las matemáticas, las responsabilidades no son cosas que se forman
por razones socioculturales, sino que derivan de factores “naturales”,
“eternos”, luego, no se pueden cambiar. Las personas sin talante filosófico
suponen que lo que existe es porque así debe existir, y no se plantean más.
¿De dónde
procede el error del sistema geocéntrico? Precisamente de la experiencia visual
de la realidad: cuando se observa el sol no podemos imaginar su tamaño. ¿Dónde
está la verdad en este problema? En una serie de demostraciones abstractas cuyo
resultado contradice lo que la realidad nos muestra. En general, la realidad
nos aparece de forma ilusoria y hay que hacer muchos esfuerzos intelectuales
para admitir, en contra de la experiencia, lo que las ciencias descubren y
confirman de forma experimental.
Lo mismo
sucede en el terreno social: la sociedad en la que vivimos nos parece la más
“normal”. Sin embargo no ha dejado de cambiar a lo largo de los siglos. Los
esclavos creían que la esclavitud era natural; como otros creen que las
hambrunas, las guerras, las desigualdades, el sometimiento de las mujeres, la
ley que imponen los mercados son normales, naturales.
De modo que
podríamos sacar una primera certeza: dado que tenemos ideas a partir de las
apariencias que nos brinda la experiencia sensible, y que esas apariencias nos
imponen falsedades sobre la naturaleza y la sociedad, seguro que cultivamos un
número incalculable de ideas falsas, que estamos tomando por verdades.
Luchar contra los prejuicios
Luchar
contra los prejuicios que derivan de haberse dejado guiar por las apariencias
es un deber para quien pretende el conocimiento verdadero y la universalidad
que invocábamos al inicio.
- Desde
el punto de vista ético, el prejuicio es excluyente. Es cómodo porque permite
cohesionar una comunidad humana a través de una especie de “sentido común”. Lo
que piensa la familia de cada cual, el grupo de amigos, las personas que nos
influyen. Pero ese sentido común es, como afirma Hegel: “El modo particular que
tiene una nación en una época dada, de ser limitada”.
- Desde
el punto de vista teórico, el prejuicio es un obstáculo para el
conocimiento. Es peor que la ignorancia,
el vacío de conocimiento, pues a partir del “no saber” se puede aprender e
indagar, pero cuando se está en una falsedad y que el sujeto no lo reconoce es
prácticamente imposible salir de ese error. El prejuicio pretende explicar lo
que son las cosas, pero como carece de base racional, su “verdad” ha de sernos
siempre sospechosa. El prejuicio constituye pues un obstáculo para pensar de
forma libre.
La opinión
El terreno
de la opinión es el de la pluralidad y la diversidad. La opinión, fruto de la
elaboración personal y recibida de una tradición reconocida y aceptada, es un
modo de conocimiento empírico, y por eso hay que reconocerle una función
práctica .
En el terreo
de la geometría egipcia, la opinión era una aproximación: las fórmulas
geométricas con las que los egipcios calculaban la superficie de los campos
tras las crecidas del Nilo se obtenían por intuición y se legitimaban a posteriori (después de que la
experiencia las hubiese confirmado). Tales fórmulas no están fundadas en una
demostración racional totalmente a priori
(independientes de la experiencia), como inventarán los griegos. Las
técnicas humanas, antes del nacimiento de las ciencias aplicadas, constituyen
un tesoro de conocimientos empíricos. Si bien ha habido sociedades sin ciencia,
no ha habido sociedades sin técnica.
Del mismo
modo, las opiniones políticas o morales desempeñan un papel en la vida privada
y pública. En la democracia ateniense, los ciudadanos contribuían directamente
en la elaboración de las leyes a través de su participación en las
deliberaciones y decisiones de la asamblea del pueblo. Actualmente, la
democracia es el régimen en el que la opinión es tenida en cuenta de forma
indirecta a través de las elecciones, de las peticiones de los ciudadanos, de
las manifestaciones, los sondeos, etc.
Si la
opinión tiene esta positividad, es porque, como explica Aristóteles, no se
puede exigir en todo el rigor matemático. Para lo que es sólo probable,
contingente, no se puede prescindir de ella.
Si el mundo
fuese totalmente transparente para la ciencia, no habría lugar alguno para la
opinión, pero el mundo es objetivamente incierto y el conocimiento que se puede
tener de él participa de la misma incertidumbre: esa es la naturaleza de la
opinión, la de ser conocimiento de lo probable.
Insuficiencia teórica de la opinión
Pese a su
utilidad, la opinión carece de fundamento racional y no puede ser considerada
como un conocimiento seguro, pues es cambiante, manipulable.
En La formación del espíritu científico
Bachelard afirma:
“La ciencia
se opone totalmente a la opinión. Si sucede, que sobre un aspecto particular,
la ciencia legitima a la opinión, es por otras razones. La opinión piensa mal, no piensa: lo que hace es
traducir las necesidades a conocimientos. Al designar los objetos por su utilidad,
se veta a sí misma el conocimiento de ellos. No se puede fundar nada sobre la
opinión: primero hay que destruirla. Ese es el primer obstáculo con que el
científico se encuentra.”
La
insuficiencia de la opinión, la insatisfacción que provoca, deja clara la exigencia de verdad que anima a todo filósofo.
Platón
afirma que la opinión flota entre el ser y el no ser, que es un término medio
entre la ignorancia y la ciencia. En lo que respecta a su falta de fundamento
racional, todas las opiniones valen lo mismo, pero hay que reconocer que las
hay verdaderas y falsas. La opinión verdadera, como no conoce sus razones, es,
en este sentido, inferior a la ciencia; pero en tanto que verdadera, es tan
útil como ella en sus aplicaciones.
La
Filosofía, en tanto que búsqueda de verdad y de fundamento es crítica con las
opiniones y con los prejuicios, pues nos imponen una precomprensión del mundo.
Prejuicio, opinión, juicio
Para
recapitular, podemos clasificar estas nociones según un orden creciente de
racionalidad:
- El prejuicio es una idea recibida que no requiere ninguna participación del razonamiento. Se recibe pasivamente.
- La opinión es un punto de vista que se forma a partir de la experiencia. Supone cierta elaboración personal, una comparación de situaciones particulares y de reflexión. Se dice: “Esa es mi opinión”, y nunca: “ese es mi prejuicio”. La mayoría piensa que todas las opiniones son respetables y esto es un gran error. Sólo las personas pueden ser dignas de respeto.
- El juicio es la facultad de distinguir lo verdadero de lo falso. Mientras que la opinión carece de fundamento racional seguro y es mudable y fluctuante (se dice “cambiar de opinión como de camisa”), el juicio de conocimiento es una aserción fundada en la razón.
PARA PENSAR
- ¿Cómo entiendes la frase: “el lenguaje es mediación”?
- ¿Por qué la conciencia pasiva puede cegarse con el error? Pon un ejemplo.
- Explica con otras palabras a las leídas, cuál es la diferencia entre el modo de hacer matemáticas en Egipto y Grecia. ¿Qué consecuencias crees que ha tenido esa diferencia para el futuro del saber?
- Pon algún ejemplo de prejuicios típicos de la infancia. ¿Sabes lo que significa “infancia”?
- Vocabulario: inefable, contingente
- Lectura: ¿Habéis comido ya carne humana? (Antimanual de filosofía M. ONFRAY)
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